Ruedas de molino
Ruedas de molino - Andrés Ollero
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No es tan fácil seguir la pista a las sucesivas disquisiciones jurídicas, pero acaba habiendo unanimidad en que lo de los ERE fue un tinglado de corrupción de aquí te espero

 

«Los partidos políticos cocinan unas narrativas para influir en el estado de ánimo que tienen poco que ver con la realidad». Quien así se explaya es Cándido Méndez, aguerrido sindicalista, al que no le falta experiencia desde la que mostrar su asombro ante nuestra cotidianidad política. Los partidos han pasado de marchar, prietas las filas, a golpe de argumentario, a hacer lo propio entreteniendo con enjundiosos relatos a no pocos ciudadanos. Lo asombroso no es tanto los disparates que vemos circular uno y otro día, sino el manso acostumbramiento del personal, que no se sobresalta ante el culebrón de cada día.

No es tan fácil seguir la pista a las sucesivas disquisiciones jurídicas, pero acaba habiendo unanimidad en que lo de los ERE fue un tinglado de corrupción de aquí te espero. Contando sin embargo con buenos abogados, que satisfacen el legítimo derecho de defensa de los implicados, al menos habrá que preguntarse que -si cabe hacer todo eso dentro de la ley- qué leyes tenemos. De lo contrario, poco podrán hacer los sufridos jueces cuando contemplen cómo los procesos acaban en altas sentencias que hacen de río Jordán y, al final, aquí no ha pasado nada. Todo ha sido, por lo visto, un invento fangoso de nostálgicos del poder.

Se nos dijo que el jubileo destinado a formular un ‘pelillos a la mar’. ante el golpe de Estado más ridículo de los últimos tiempos, era todo un monumento al afán de convivencia. El presidente del consejo de ministros y ministras ya nos concedió, hace más de un año, una pista: «Voy a ser coherente con la política de normalización y estabilización de la situación política en Cataluña. Y estoy diciendo mucho». La piedra filosofal consistía en que «se acordó seguir en la línea de la desjudicialización, de forma genérica», porque «una crisis que era política nunca tuvo que derivar en una judicialización»; o sea —de modo específico— hacer política fuera de la ley, como en la Andalucía de los buenos tiempos. Habrá que preguntarle a Illa cómo va el invento.

El curtido líder sindical no se muestra agradecido. Recuerda, más bien, que «cuando se aprueba definitivamente la amnistía, la palabra que pronuncian los partidos independentistas es victoria, y esa palabra tiene un antónimo, que es derrota. Victoria y derrota tiene poco que ver con reconciliación». Y encima les tendremos que pagar la primitiva por vía presupuestaria…

Después de haber cantado a la saciedad que no había hueco alguno con el que dar paso a una amnistía, qué menos —a su juicio— que dar paso al sentido común: lo que el gobierno «debe hacer es convocar elecciones, y presentarse y rendir cuentas; incorporar en el programa electoral la amnistía, y que el pueblo español tome la decisión». Quién iba a imaginar que la UGT se movía también en tan fangosas arenas movedizas…

Sin embargo, la reciente peripecia electoral inclina a pensar que la digestión de ruedas de molino se ha convertido en menú del día; parece que en la política hemos regresado a los años del hambre. No es una epidemia fácilmente localizable sino una nueva pandemia de padre y muy señor mío. Desde otros lares, el respetado periodista Josep Cuní nos dice «en Cataluña hay cansancio con el ‘procés’, las consecuencias que acarreó han sido dramáticas», pero que «los líderes del ‘procés’ se acabaron creyendo sus deseos, nada es más fácil que hacerse trampas en el solitario». Pero hay que reconocer que, cuando se ponen a hacer cuentas, nunca se equivocan. Ya escribió el ínclito Borrell aquello de «los cuentos y las cuentas» de esos espabilaos; pero se ve que en su partido, aunque llegó a pensar en él como cabeza de lista europea, le hacen el mismo caso que a Méndez o Felipe, que no parecen merecer reconciliación alguna.

A Cuní se le ve bien informado: «No creo que esté previsto que, si regresa Puigdemont, se pase primero por Moncloa antes de llegar a Barcelona, como hizo Tarradellas». Ya, antes de las elecciones catalanas, que —por el momento— no han reconciliado a nadie, profetizó que «los independentistas lo tenían difícil para sumar una mayoría. A una parte de su electorado también le ha cansado la situación». «El 60% de los catalanes cree que el ‘procés’ ha traído más perjuicios que beneficios».

En teoría pues todos contentos. En la realidad —ruedas de molino aparte—todo es un problema de siete votos. Andrés Ollero. Miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas

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