Entre el Derecho y la Vida Pública
Andrés Ollero
Aranzadi, 2024
A Andrés Ollero muy pocos le ganan en actividad y dedicación. Ha sido profesor universitario, diputado, magistrado del Tribunal Constitucional español… ahora ejerce la secretaría del Instituto de España, que congrega a las Reales Academias. Tampoco hay muchos que sigan su ritmo de publicación. Ollero ha escrito mucho, muy bien y suscitando enorme interés: gracias a su experiencia profesional –tan dilatada como plural–, es un intelectual autorizado para abordar problemas jurídicos, políticos y sociales.
Como filósofo del derecho, en este libro aborda un aspecto que los juristas y a menudo también los ciudadanos olvidan: el trasfondo de las normas es relevante; hay valores y las leyes se promulgan preñadas de principios, pues poseen una dimensión axiológica irrenunciable. Por eso es tan importante reflexionar: no solo embarrarse en los tribunales, sino ahondar en la teoría. Ollero conecta esa vocación filosófica con una mirada muy realista, consciente de que el derecho ha de solventar problemas sociales y acomodar conductas.
En estos trabajos que incluye aquí, sintetiza lecciones y problemas a los que ha dedicado su vida. Primero, el bioderecho, apuntando por qué razón las normas no solo facultan, sino que también limitan el poder, evitando que la técnica se extralimite. En relación con estos asuntos, el autor tiene un profundo conocimiento de los derechos humanos y de las polémicas aplicaciones de los mismos. Defiende un derecho al servicio de las personas, que no las instrumentalice.
En segundo término, ahonda en la cuestión del derecho y la moral, explicando de un modo novedoso su vínculo y sin desnaturalizar ninguno de esos ámbitos.
En suma, se puede decir que esta parte dedicada al “derecho” es una reivindicación en toda regla de la filosofía jurídica y un intento de mostrar por qué en los planes de estudios, en lugar de menos, debe haber más enfoques de esta índole. Sin teoría del derecho, el ejercicio del derecho y su comprensión resulta mutilada, lo cual es peligroso para la democracia.
La otra parte del libro está dedicada a la vida pública, a la que Ollero se ha dedicado por convicción. Muestra, en este sentido, lo natural que ha sido eso que hoy se llama con el pomposo nombre de “transferencia” y que determina actualmente las acreditaciones del profesorado. Porque el pensador –en este caso, el jurista– no se puede desentender de los problemas de su tiempo.
La aportación de Ollero a la vida pública no se reduce a su función en el Tribunal Constitucional; con ser esta importante, para él lo decisivo ha sido tomar la palabra –escribir, nuevamente, o hablar– para contribuir a la formación de la opinión pública. Con su crítica inteligente al laicismo y su defensa de una sana laicidad –que ve en la religión no un factor a combatir, sino un fenómeno enriquecedor–, Ollero ha ayudado a crear comunidad, resaltando lo que une. Un libro, en definitiva, que se lee bien y que incita a la reflexión, trata temas polémicos y todavía abiertos.