Nadie pone hoy en duda que las normas jurídicas han de plantearse cumpliendo escrupulosamente procedimientos democráticos. ¿Tiene aún sentido seguir hablando de verdades en este contexto? Para más de uno, la tolerancia sería incompatible con el convencimiento de que algo es verdadero; quien no suscriba un planteamiento relativista se convertiría, por integrista y fundamentalista, en enemigo potencial de la democracia.
Este libro aborda tan consolidados tópicos planteando posturas bien distintas: si nada es verdad ni mentira, la tolerancia resulta imposible; no cabe una afirmación positiva de los derechos humanos, luchando contra toda discriminación, sin estar convencidos de que son en verdad exigibles; apelar al consenso no tiene sentido como sustitutivo de la verdad, sino como síntoma de que nos acercamos a ella; si nada es verdadero, las ofertas electorales y los trámites parlamentarios se convierten
en una absurda coreografía.