Andrés Ollero: “Aquí un político dimite sólo cuando lo llevan al juzgado”
UNIVERSITARIO, POR ENCIMA DE TODO. Político, magistrado del Constitucional y, sobre todo, como el propio Andrés Ollero dice, universitario. No se cansa de publicar artículos y libros, como el que presenta hoy en la Granada en la que vivió 38 años y en la que enseñó Filosofía del Derecho. El título, Entre el Derecho y la vida pública, es toda una declaración de lo que ha sido y es a sus 80 años. En la actualidad es secretario general del Instituto de España.
–Venir a Granada es como volver a casa.
–Sí. Son 38 años los que he vivido en Granada. Me encuentro muy en mi casa. Me gusta hacer de vez en cuando un Miguel Ríos: vuelvo a Granada, vuelvo a mi hogar.
–¿Siempre ha ido por derecho por la vida?
–(rie)¿Bueno, es mi facultad y algo se acaba pegando, claro.
–En un capítulo de su último libro juega con las palabras ‘derecho’ y ‘torcido’.
–El Derecho, guste o no, siempre es interpretación. La interpretación está no solamente en el caso de los jueces, sino también en el caso de los medios. Ahora me llama la atención que lo que antes en los medios era la información sobre sucesos, ahora es información sobre tribunales. Los sucesos no existen, por lo visto, y a la hora de informar, pues se acaba interpretando bastante.
–¿Qué cree que percibe el ciudadano cuando ve que los políticos discuten y últimamente se pelean por elegir a los magistrados del Tribunal Constitucional, a los miembros del Consejo General del Poder Judicial, etc.? Parece que esa independencia de la Justicia queda un poco en entredicho.
–Considero que una cuestión es la independencia personal de los que están en una institución, como fue mi caso como magistrado del Constitucional, y otra cosa es la apariencia de independencia. Yo estuve muy incómodo con la escarapela del partido al que yo pertenecí y que me había propuesto. Esto me llevó a publicar un libro que se llama Los votos particulares en el que explico que en 33 ocasiones voté de modo distinto a cómo se esperaba de mí mientras que votos particulares respecto a sentencias ‘progres’, diríamos, hubo 39 en total, o sea, prácticamente las mismas. Es un esfuerzo por mostrar una independencia desde el punto de vista objetivo.
–¿Cree que el conflicto que hay ahora y entre la justicia y la política está perjudicando a lo que debería de ser la esencia de la democracia?
–Realmente deteriora porque genera una falta de confianza en los políticos. Yo escribí hace tiempo sobre la llamada ‘responsabilidad política’, aunque en España es algo desconocido. Aquí un político solamente dimite cuando lo llevan al juzgado y si no, no hay manera. He escrito algunas veces como hay personas que sí dimitieron, como Clavero Arévalo, que cuando maltratan a Andalucía primero dimitió como ministro de la UCD y luego abandonó el partido. O por ejemplo, Antoni Asunción, que fue ministro de Interior del PSOE y que dimitió cuando Roldán se fugó. Esto en España no suele ocurrir. Al final, el único modo de frenar a un político es llevarlo al juzgado y esto no es bueno ni para el político ni para el juzgado.
–¿Para el político es más fácil pedir democracia cuando no la hay que practicarla con todas sus consecuencias cuando tiene que ejercitarla?
–Hombre, eso pasa igual con la virtud, que hablar de ella es muy fácil y llevarla a cabo, no tanto.
–Cuando entran en conflicto la política y la justicia, como se está viendo ahora, parece que es la política la que pega un manotazo en la mesa.
–Acaban perdiendo las dos. Ahora la política no está en su mejor momento y en las encuestas sale que los ciudadanos no la valoran mucho, no creo que generen en general una red particular de admiración. Por otro lado, perjudica a la justicia porque enseguida se le intenta buscar tres pies al gato y hay una especie de filosofía de la sospecha.
«La democracia es como la virtud, es más fácil hablar de ella que practicarla»
–Personificando en un caso actual como es el de la mujer del presidente, hay un juez que hasta hace poco era anónimo y que ahora se las ve hasta con el abogado del Estado.
–Este es un caso sorprendente, pues el Gobierno está doblemente representado: por el fiscal y por el abogado del Estado. En este caso el que está buscando las cosquillas al juez es el abogado del Estado mientras que el fiscal dice que no hay motivo ninguno. Es una situación realmente original.
–A estas alturas del partido, ¿cómo está de salud de la Constitución del 78?
–La Constitución tiene una solidez que no es tan fácil resquebrajarla. Eso sí, claramente hay determinados focos contra la Constitución y, sobre todo, contra la memoria histórica de la Transición Democrática, que creo es lo más valioso de la historia de España en mucho tiempo.
–¿Y cómo está el derecho natural?
–Suelo decir que los juristas se dividen en los que saben que son iusnaturalistas y los que lo son sin saberlo. No conozco a ningún jurista que no defienda los derechos humanos y los derechos humanos son derecho natural. Iusnaturalistas son todos salvo lo que digan que los derechos humanos son una tontería.
–En su vida entre el derecho y la vida pública ha sido político, catedrático y magistrado. Permítame la broma: ¿son tres personas distintas y un Andrés Ollero verdadero?
–(ríe) Hombre, yo he tenido la suerte de poder ser todas esas cosas, algunas porque me he empeñado en serlo y otras sin empeñarme siquiera. Nunca pensé ser diputado y en un momento dado me lo ofrecieron y me dije: “Pues mira, una buena experiencia ésta”.
–¿Qué faceta le ha predominado más?
–Siempre lo he entendido todo junto. En la introducción del libro termino diciendo que a lo mejor acabo escribiendo otro libro y que se llamaría Saberse universitario porque para mí saberse universitario es sentirse obligado a hacer algo por los demás.
–Usted no para, ¿a qué dedica su tiempo libre?
–A trabajar en lo que me gusta. Es una ventaja trabajar en lo que a uno le gusta.